lunes, 25 de julio de 2011

LA DEPRESIÓN MENOR

Esta es una época interesante, y lo digo en el peor sentido de la palabra. Ahora mismo, estamos viendo no una sino dos crisis inminentes, cada una de las cuales podría provocar un desastre mundial. En Estados Unidos, los fanáticos de derechas del Congreso pueden bloquear un necesario aumento del tope de la deuda, lo que posiblemente haría estragos en los mercados financieros mundiales. Mientras tanto, si el plan que acaban de pactar los jefes de Estado europeos no logra calmar los mercados, podríamos ver un efecto dominó por todo el sur de Europa, lo cual también haría estragos en los mercados financieros mundiales.

Solamente podemos esperar que los políticos congregados en Washington y Bruselas consigan esquivar estas amenazas. Pero hay una pega: aun cuando nos las arreglemos para evitar una catástrofe inmediata, los acuerdos que se están alcanzando a ambos lados del Atlántico van a empeorar la crisis económica casi con toda seguridad.

De hecho, los responsables políticos parecen decididos a perpetuar lo que he dado en llamar la Depresión Menor, el prolongado periodo de paro elevado que empezó con la Gran Recesión de 2007-2009 y que continúa hasta el día de hoy, más de dos años después de que la recesión supuestamente terminase.

Hablemos un momento sobre por qué nuestras economías están (todavía) tan deprimidas. La gran burbuja inmobiliaria de la década pasada, que fue un fenómeno tanto estadounidense como europeo, estuvo acompañada por un enorme aumento de la deuda familiar. Cuando la burbuja estalló, la construcción de viviendas cayó en picado, al igual que el gasto de los consumidores a medida que las familias cargadas de deudas hacían recortes.

Aun así, todo podría haber ido bien si otros importantes actores económicos hubiesen incrementado su gasto y llenado el hueco dejado por el desplome de la vivienda y el retroceso del consumo. Pero ninguno lo hizo. En concreto, las empresas que disponen de capital no ven motivos para invertir ese capital en un momento en el que la demanda de los consumidores es débil.

Los Gobiernos tampoco hicieron demasiado por ayudar. Algunos de ellos -los de los países más débiles de Europa y los Gobiernos estatales y locales de EE UU- se vieron de hecho obligados a recortar drásticamente el gasto ante la caída de los ingresos. Y los comedidos esfuerzos de los Gobiernos más fuertes -incluido, sí, el plan de estímulo de Obama- apenas bastaron, en el mejor de los casos, para compensar esta austeridad forzosa.

Así que tenemos unas economías deprimidas. ¿Qué proponen hacer al respecto los responsables políticos? Menos que nada. La desaparición del paro de la retórica política de la élite y su sustitución por el pánico al déficit han sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la opinión pública. En un sondeo reciente de CBS News/The New York Times, el 53% de los ciudadanos mencionaba la economía y el empleo como los problemas más importantes a los que nos enfrentamos, mientras que solo el 7% mencionaba el déficit. Tampoco es una respuesta a la presión del mercado. Los tipos de interés de la deuda de EE UU siguen cerca de sus mínimos históricos.

Pero las conversaciones en Washington y Bruselas solo tratan sobre recortes del gasto (y puede que subidas de impuestos, es decir, revisiones). Esto es claramente cierto en el caso de las diversas propuestas que se están tanteando para resolver la crisis del tope de la deuda en Estados Unidos. Pero es igual de cierto en Europa.

El jueves, los "jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro y las instituciones de la UE" -este trabalenguas da idea, por sí solo, de lo confuso que se ha vuelto el sistema de gobierno europeo- publicaban su gran declaración. No era tranquilizadora.

Para empezar, resulta difícil creer que la compleja y estrambótica ingeniería financiera que la declaración propone pueda resolver realmente la crisis griega, por no hablar de la crisis europea en general.

Pero, aunque así fuera, ¿qué pasará después? La declaración pide unas drásticas reducciones del déficit "en todos los países salvo en aquellos con un programa" que debe entrar en vigor "antes de 2013 como muy tarde". Dado que esos países "con un programa" se ven obligados a observar una estricta austeridad fiscal, esto equivale a un plan para que toda Europa reduzca drásticamente el gasto al mismo tiempo. Y no hay nada en los datos europeos que indique que el sector privado vaya a estar dispuesto a cargar con el muerto en menos de dos años.

Para aquellos que conocen la historia de la década de 1930, esto resulta demasiado familiar. Si alguna de las actuales negociaciones sobre la deuda fracasa, podríamos estar a punto de revivir 1931, el hundimiento bancario mundial que hizo grande la Gran Depresión. Pero si las negociaciones tienen éxito, estaremos listos para repetir el gran error de 1937: la vuelta prematura a la contracción fiscal que dio al traste con la recuperación económica y garantizó que la depresión se prolongase hasta que la II Guerra Mundial finalmente proporcionó el impulso que la economía necesitaba.

¿He mencionado que el Banco Central Europeo -aunque, afortunadamente, no la Reserva Federal- parece decidido a empeorar aún más las cosas subiendo los tipos de interés?

Hay una antigua cita, atribuida a distintas personas, que siempre me viene a la mente cuando observo la política pública: "No sabes, hijo mío, con qué poca sabiduría se gobierna el mundo". Ahora esa falta de sabiduría se pone plenamente de manifiesto, cuando las élites políticas de ambos lados del Atlántico malogran la respuesta al trauma económico haciendo caso omiso de las lecciones de la historia. Y la Depresión Menor continúa.

El País. Paul Krugman

viernes, 22 de julio de 2011

ESE MÁRTIR


Desde el lupanar de rica miel.

EL QUE ENS ESPERA

Qué casualitat, heu vist qui està darrere del futur president de la Generalitat? Sí, "El Bigotes", més del mateix.


Desde el lupanar de rica miel.

jueves, 21 de julio de 2011

CRÒNICA DEL DIA D'AHIR

Le apoyó por delante, por detrás, al lado, se tragó todos los sapos por él, vinculó el futuro político de ambos, le aclamó en plazas de toros cuando todo el mundo sabía que lo quería ver dimitido. Nunca le pidió que se fuera. Esperó y esperó, confiado en que algún momento la presión lo reventaría. En que moriría sin que nadie lo matase. Y sobre todo sin que él se manchase las manos. Tuvo que esperar dos años, cuatro meses y un día, pero Mariano Rajoy, sin mover un músculo, vio ayer cómo caía por su propio peso, y sin hacer él nada, como pasó con el extesorero Luis Bárcenas, la última gran pieza del caso Gürtel: dimitió Francisco Camps.

El presidente de la Generalitat se resistió hasta el último momento. Y Rajoy, consciente de que no podía forzar su dimisión directamente, buscó una salida intermedia, aunque muy difícil de defender. En varias conversaciones en los últimos días, tanto el líder del PP como otros interlocutores le explicaron a Camps que la dirección nacional no podía permitirse un juicio en otoño, en plena campaña. Así que, si no quería dimitir —y no quería— solo quedaba una salida: declararse culpable, aceptar la multa más alta que le pidieran, y evitar el juicio.

Rajoy aceptaba así que Camps se convirtiera en el único presidente autonómico con antecedentes penales de la democracia española, nada menos que por cohecho, esto es por corrupción. Es más, le dejaba a él decidir. Pero para facilitar las cosas, Génova empezó a trabajar para que saliera adelante ese apaño. “Es el mal menor”, explicaban.

Rajoy ya había renunciado a su oportunidad real para resolver el problema en marzo, cuando podía no haberle confirmado como candidato. Los estatutos del PP le dan ese último poder al líder. Pero una vez más, no lo ejerció, prefirió esperar, como siempre, y entonces quedó a merced del president. Él tenía la última palabra.

Además de Camps, que nunca estuvo del todo convencido, porque quería ir a juicio, el problema principal era Ricardo Costa. El exsecretario general no quería admitir su culpabilidad porque eso podía facilitar su condena en el caso de financiación ilegal, con penas no de multas sino de cárcel.

El equipo de Rajoy puso en marcha la red para afianzar el apaño. Dolores de Cospedal llamó a última hora de la noche del martes a Costa, y le pidió un sacrificio. A cambio, le garantizó una compensación, un reconocimiento y un buen trato político en el futuro. Costa aceptó, a regañadientes y contra el criterio de su abogado.

Todos, Rajoy y Cospedal incluidos, se fueron a la cama pensando que el president se declararía culpable. Rajoy y Camps hablaron también a última hora, y aunque ambos coincidieron en que la solución no era buena, decidieron seguir adelante. Nadie en los últimos días descartaba la dimisión del todo, porque veían a Camps muy tocado, pero le habían visto tantas veces resistir y resistir que no lo querían creer. Por eso se resolvió que se declaraba culpable. Allí estaba Federico Trillo, siempre cerca de Camps desde el martes por la tarde, para garantizar que su entorno, mucho más resistente, no le convencía de que fuera a juicio. Rajoy no controló nunca la situación, todo estaba en el aire hasta el último momento.

Nada más despertar, comenzó una mañana de esperpento. Costa ya había cedido, pero con una condición: que él iba a firmar con Camps. En ningún caso antes. No se fiaba. Ya le habían engañado otras veces. El president llegó a prometerle que le metería en el Gobierno autonómico. Nada.

Varios periódicos daban cuenta en sus portadas del apaño, y los comentaristas empezaban a criticarlo. En el entorno de Camps se instalaba una realidad: el arreglo no eliminaría la presión mediática, lo que peor lleva un president que en los últimos dos años apenas ha aceptado preguntas de la prensa y que llevaba cinco días encerrado cancelando agendas. Su estado anímico se deterioraba por minutos, según los muchos dirigentes que han hablado con él en las últimas horas.

Aún así, a primera hora de la mañana, todo marchaba según lo previsto. Los abogados de tres de los cuatro imputados, Víctor Campos, Rafael Betoret y Francisco Camps llegaban al Tribunal Superior de Justicia de Valencia con sus documentos para “conformarse”, el término técnico para reconocer el delito. El letrado de Camps, y por tanto no un hombre enviado por Génova sino alguien de su absoluta confianza, llegó a presentar en el tribunal el escrito en el que reconocía el delito y anunció que estaba a la espera de que su cliente viniera a firmarlo. Costa esperaba acontecimientos, y nunca presentó el escrito.

El documento sin la firma del imputado no vale. Así que empezaron a desfilar. Primero Campos, que firmó, después Betoret, que también lo hizo... ¿Y Camps? Todo el mundo le esperaba, la expectación iba creciendo, y también la presión. El tribunal se llenó de cámaras y redactores que aguardaban a pleno sol. Pasaban las horas, y el juzgado iba a cerrar.

Entonces el esperpento alcanzó su cénit. El juzgado anunció que el abogado de Camps había comunicado que el president se disponía a acudir para firmar el documento que había presentado su abogado, esto es para reconocerse culpable. Pidió así el favor de que ampliaran el horario de cierre. Le había costado mucho decidirse, pero parecía hecho. El juzgado aceptó esperar nada menos que para recibir al president de la Generalitat, que seguía refugiado en el palacio presidencial con Trillo y Juan Cotino, dos hombres religiosos como él, cercanos al Opus Dei, que han estado casi siempre con él en los días más duros.

Muchos de los que han hablado con él estos meses aseguran que Camps se ha llegado a tomar el caso como una especie de martirio, como un prueba, y que se ha refugiado en la fe para resistir. Algunos incluso señalan que realmente estaba al límite de la resistencia psíquica.

Cuando todo parecía decidido, algo pasó. Se repitió el caso de Bárcenas. El extesorero dimitió un día en que su mujer lloraba porque no podía salir de casa con todas las cámaras esperando a la puerta. Camps se rindió al ver que tenía que declararse culpable y hacer el paseíllo rodeado de cámaras, admitir su falta, pagar la multa y explicarlo antes los ciudadanos. Acorralado, consciente de que casi todo el partido quería que se marchara hace mucho tiempo, se derrumbó. Decidió dimitir para no declararse culpable, para seguir con el juicio y tratar de defenderse. Para no admitir ante todos lo que ya todos reconocen incluso en público: que mintió, ante el juez, el Parlamento y los ciudadanos. “No quería ser un presidente condenado, ahora se siente liberado”, comentaba alguien que habló con él.

Su decisión, comunicada a las 17.30 con su gobierno en pleno a la espalda y Trillo y Rita Barberá de espectadores, deja a los pies de los caballos a Campos y Betoret. Ambos se han declarado culpables —y eso no tiene marcha atrás— porque el PP les dijo que Camps también lo haría. Costa se salvó por su desconfianza, y ahora él y Camps tratarán de defender su inocencia en el futuro juicio mientras otros dos imputados con las mismas pruebas reconocen su culpabilidad.

Sin haber jugado el partido, el resultado puede parecer muy bueno para Rajoy. Se quita el peso de Camps, que pese a su dimisión de ayer del Gobierno y del PP pretende mantener su escaño en el Parlament de cara al futuro; despeja su camino a La Moncloa y coloca de sucesor a Alberto Fabra, que siempre fue el favorito de Génova una vez que Rita Barberá rechazó el encargo. Se le colocó en las listas autonómicas por si acaso, aunque nadie contempló nunca en serio que Camps cayera.

Sin embargo, aunque políticamente empezó a resolverse ayer, el caso Gürtel en Valencia no ha hecho más que empezar. Queda por juzgar toda la financiación ilegal, las desviaciones y comisiones en la visita del Papa, y los contratos irregulares de todo tipo con la trama. El caso de los trajes era solo el principio. Pero ha sido suficiente, dos años después, para hacer dimitir al responsable de haber llevado la trama a Valencia: Francisco Camps, el amigo del alma de Álvaro Pérez, el Bigotes.

El País.

TORNA LATIGASOS


Després de molt de temps sense escriure res a aquest blog no podem deixar passar l’oportunitat de comentar els fets d’ahir.

Després de tot el merder del cas Gürtel i de “la causa de los trajes” i les reiterades mentides de Francisco Camps, la setmana passada el jutge Flors va decidir sentar al “banquillo” a Camps, juntament amb Víctor Campos, Rafael Betoret i el megapijo Ricardo Costa.

Així, la situació del Beato Camps s’havia tornat insostenible i amenaçava seriosament en convertir-se en un entrebanc en el camí de Mariano Rajoy a la Moncloa. La cúpula del PP ha intentat presionar a Camps per a que es declarara culpable i pagara la multa, però el Poc Honorable ha preferit dimitir i no admetre la seua culpabilitat.

Ara be, una vegada presentada la dimissió, Camps insisteix en que és innocent: “Inocente, completamente inocente de todas las barbaridades que se han dicho estos años sobre mi…no podrán demostrar nada, porque no hay nada”. Així que, ara que farà? Perquè segons les seues declaracions “Yo estoy liberado para defenderme de todas las mentiras e insidias”, no pareix que vaja a declarar-se culpable. Aleshores, que farà Ricardo Costa? Recordem que és un dels principals imputats en la causa del finançament il.legal del PP valencià i no li vindria gens be tindre antecedents penals. I que passarà amb Víctor Campos i Rafael Betoret que hui mateix es declaraven culplables devant el jutge. Camps els ha fet una bona jugada, eh? Si, si, anem a declarar-nos tots culpables, però vosaltres primer, i després, ai ai ai, ara no vaig.

Esta vesprada, el Poc Honorable ha comparegut devant els mitjans de comunicació amb una actitud altiva i prepotent, com ve fent el president des de fa uns anys. De fet, no ha deixat que la seua comparecencia s’emetera en directe, obstaculitzant el treball dels operaris de TVE.

Ací van algunes de les perles que el Beato ha soltat aquesta vesprada:

Voluntariamente ofrezco este sacrificio personal para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno, para que el Partido Popular gobierne España y para que España sea esa gran nación que los españoles queremos”. Guaaaaaaauuuu!!!

Hemos luchado ante un sistema duro y brutal”, en referència a que tot és un muntatge, que no hi ha res de res, aleshores qué passa? que la trama Gürtel és un invent de la prensa i de l’oposició? Ja que vas a dimitir, fes-ho amb certa decència i no culpes de tot a una conspiració nacional. I, per cert, si vas a dimitir, fes-ho abans, perquè si ja hi havia prou desastre a la Generalitat, ara ho has acabat d’arreglar, xaval.

Camps i els seus es pensaven que ho tenien tot controlat, que al final no passaria res –amb la inestimable ajuda de Canal 9 i el jutje De La Rúa-. Però al final, tantes mentides i delictes no poden quedar impunes.

I després d’açò, qué? Podriem pensar que entrarà un nou President –amb tota seguretat l’actual alcalde de Castelló de la Plana, Alberto Fabra, que farà neteja i que, encara que no comulguem amb les seues politiquees conservadores, farà tornar la democràcia a les Institucions valencianes i la tansparència a la gestió del Consell. Però, després de vore amb quina actitud s’ha despedit Camps, no sóc gens optimista, imagine que es cumplirà aquella màxima de “los mismos perros pero con distintos collares”.

En fi, lamentable.


Desde el lupanar de rica miel.