Mariano Rajuà.
Desde el lupanar de rica miel.
LOS MOROS DE LA PROFESORA
Te lo voy a explicar en corto, chaval. Sin irnos por las ramas.Esa maestra, profesora, docente o como quieras llamarla, es imbécil. Tonta del culo, vaya. En el mejor de los casos «suponiendo que no prevarique a sabiendas, prisionera del qué dirán», une a su ignorancia el triste afán de lo políticamente correcto. La cuestión no es que te haya reprendido en clase de Historia por utilizar la palabra moros al hablar de la Reconquista, y exija que la sustituyas por andalusíes, magrebíes, norteafricanos o musulmanes. Lo grave es que a una profesora así le encomienden la educación histórica de chicos de ambos sexos de catorce o quince años. Que la visión de España y lo español que muchachos de tu generación tengan el resto de su vida dependa de cantamañanas como ésa. Tienes dos opciones. La primera, que desaconsejo, es tu suicidio escolar. Mañana, en clase, dile que no tiene ni puta idea de moros, ni de Historia, ni de lengua española, ni de la madre que la parió. Te quedarás a gusto, desde luego; y las churris te pondrán ojitos por chulo y por malote. Pero en lo que se refiere a esa asignatura y al curso, puedes ir dándote por jodido. Así que lo aconsejable es no complicarte la vida. Ésa es la opción que recomiendo.
Tu maestra, por muy estúpida que sea, tiene la sartén por el mango. Así que traga, colega, mientras no haya otro remedio; que ya tendrás ocasión, en el futuro «todos pasan tarde o temprano por delante de la escopeta» de ajustar cuentas, real o figuradamente. Así que agacha las orejas y llama a los moros como a ella le salga del chichi. Paciencia y barajar. Por lo demás, duerme tranquilo. Por muy maestra que sea, eres tú quien tiene razón. No ella. En primer lugar, porque el habla la determinan quienes la usan. Y no hay nadie en España, en conversación normal, excepto que sea político o sea gilipollas «a menudo se trata de un político que además es gilipollas», que no llame moros a los moros. Ellos nos llaman a los cristianos arumes o rumís, y nada malo hay en ello. Lo despectivo no está en las palabras, sino en la intención con que éstas se utilizan. La buena o mala leche del usuario. Lo que va, por ejemplo, de decir español a decir español de mierda. La palabra moro, que tiene diversas acepciones en el diccionario de la Real Academia, pero ninguna es peyorativa, se usa generalmente para nombrar al individuo natural del norte de África que profesa la religión de Mahoma; y es fundamental para identificar a los musulmanes que habitaron en España desde el siglo VIII hasta el XV. Desterrarla de nuestra lengua sería mutilar a ésta de una antiquísima tradición con múltiples significados: desde las fiestas de moros y cristianos de Levante hasta el apellido Matamoros, y mil ejemplos más. Así que ya lo sabes. Fuera de clase, usa moro sin cortarte un pelo. Como español, estás en tu derecho. Aparte del habla usual, te respaldan millones de presencias de esa palabra en textos escritos.
Originalmente se refiere a los naturales de la antigua región norteafricana de Mauretania, que invadieron la península ibérica en tiempos de los visigodos. Viene del latín maurus, nada menos, y se usa con diversos sentidos. Caballo moro, por ejemplo, se aplica a uno de pelaje negro. En la acepción no bautizado se extiende incluso a cosas «vino moro» o personas de otros lugares «los moros de Filipinas». Hasta Gonzalo de Berceo aplicaba la palabra a los romanos de la Antigüedad para oponerlos a judíos y a cristianos. De manera que basta echar cuentas: la primera aparición en un texto escrito data de hace exactamente mil ochenta y dos años, y después se usa en abundancia. «Castellos de fronteras de mauros», dice el testamento de Ramiro I, en 1061. Por no hablar de su continuo uso en el Poema de Mío Cid, escrito a mediados del siglo XII: «Los moros yazen muertos, de bivos pocos veo; los moros e las moras vender non los podremos». Y de ahí en adelante, ni te cuento. «Las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco», escribió Cervantes en el Quijote. La palabra moro está tan vinculada a nuestra historia, nuestra sociedad, nuestra geografía, nuestra literatura, que raro es el texto, relación, documento jurídico antiguo u obra literaria clásica española donde no figura. También la usaron Góngora, Quevedo, Calderón, Lope de Vega y Moratín, entre otros autores innumerables. Y tan vinculada está a lo que fuimos y somos, y a lo que seremos, que sin ella sería imposible explicar este lugar, antiquísima plaza pública cruce de pueblos, naciones y lenguas, al que llamamos España. Imagínate, en consecuencia, la imbécil osadía de tu profesora. El atrevimiento inaudito de pretender cargarse de un plumazo, por el artículo catorce y porque a ella le suena mal, toda esa compleja tradición y toda esa memoria.
Desde el lupanar de rica miel.
¿Estás buscando un disfraz para Halloween pero te resistes a sentirte sexy? ¿Quieres aprovechar una fiesta de disfraces para lucir el cuerpo que llevas meses machando en el gimnasio? Estás de suerte. Victoria's Secret, la firma de lencería por excelencia presenta algunas propuestas con las que te convertirás en la reina de cualquier fiesta.
Ale, si alguna vol ficar-se algun d’aquestos modelets jo li’l regale. Ara, un requisit, la xica ha d’estar igual o més bona que la model de Victoria, jejeje!!!
Probablement hui no siga el millor dia per a escriure este post, perquè el Reial Madrid guanyà el seu partit contra el Màlaga de forma clara i contundent. Però ja feia algunes setmanes que volia parlar de Mourinho i aprofitant dos articles de la premsa d’este cap de setmana, he decidit aboradar el tema.
No negaré la evidència de que Mourinho és un tècnic competitiu que fa que els seus equips lluiten fins al minut 90 de cada partit. Els resultats l’avalen. Però una cosa són els resultats i altra la forma en que s’aconsegueixen. Sí ja ho sé, mentre vaja guanyant imagine que a molts aficionats madridistes els importarà poc si l’equip juga be o juga mal.
Però és que la cosa no es queda tan sòls en l’estil de l’equip. El que me molesta més encara és l’estil del portugués fora del terreny de joc. Tan sòls hi ha que vore’l a les rodes de premsa per a agafar-li animadversió. Mourinho es dedica a parlar mal, a fer-se l’interessant, a voler saber més que ningú, a contestar mal als periodistes –que en molts casos no dic jo que no s’ho mereixquen-. Pareix que per a ser bo a la seua feina, s’ha de ser un xulo, prepotent i estùpid.
I el pitjor de tot, és que aquest carácter és el que transmet a l’equip i açò és el que es reflexa en el joc. En fi, que com ja he dit al principi, tal vegada tot açò no tinga molt de sentit hui dilluns després de la golejada de dissabte, però no vindria mal que mirara a la banqueta del seu màxim rival. Guardiola és tot el contrari, no dic jo que siga una bona persona i tal, no parle d’això, i tampoc m’importa si ha matat a algú o és més bo que un tros de pa. Del que parle jo és de la complicitat que demostra amb els jugadors, del respecte que demostra davant la premsa, de la seua forma d’actuar en general, que al final es transmet al camp. Parle d’actitud, no sé qui serà millor entrenador, Pep o Mourinho, però el que està clar és que no s’és millor per fer-se l’interessant i per polemitzar continuament.
Ací deixe uns articles de dos madridistes confessos.
El librero Antonio Méndez me lo venía reclamando desde hacía ya semanas, lo mismo que su joven hijo Borja. Les contesté: “Hombre, aún es pronto, acaba de iniciarse la temporada”. Mis compañeros de la Academia José Manuel Sánchez Ron y Luis Mateo Díez, caballeros ponderados, se dividieron: el segundo me recomendó paciencia; el primero, tras dudar, se decidió a animarme: “Sí, quizá ya es hora”. La verdad es que abrigaba la esperanza de llegar por lo menos hasta la mitad de la Liga sin tener que escribir este artículo. Incluso deseaba –contra todo pronóstico– no escribirlo en absoluto, pese a que anuncié aquí mismo hace unos meses, cuando todavía no se había materializado la amenaza, que, si se consumaba, me costaría seguir siendo del Real Madrid este curso, tras mi fidelidad desde los siete años. La razón de mis dudas tenía nombre: José Mourinho, el prototipo de entrenador que no soporto y el más antimadridista de todos los imaginables. En las últimas campañas he ido contra sus equipos, y para ello he debido violentarme un poco en un caso, nada en el otro. El Chelsea era, de toda la vida, mi club inglés favorito, por mis afinidades con el barrio de Londres al que representa. Al comprarlo el magnate ruso Abrámovich y convertirlo en una empresa que destacaba sólo a golpe de talonario, mis simpatías empezaron a decaer, pero se las mantenía. Cuando adquirió como “cerebro” a Mourinho, y en consecuencia desplegó un juego feo, rácano y soporífero, se me agotó la reserva. Al Inter de Milán, en cambio, le profesaba antipatía desde que, en 1964, fue el causante indirecto de la salida del Real Madrid de Di Stéfano. Hoy en día, además, no me gusta que no alinee a un solo jugador italiano en sus filas. Siempre he creído que los equipos deben ser un poco de sus ciudades, o por lo menos de sus países.
Pero claro, la violencia a que hube de someterme para no ir con el Chelsea no es nada comparada con la que tendría que hacerme para ir contra el Madrid: un imposible y un absurdo. Y sin embargo ha bastado un mes de competición (seis partidos de Liga y dos de Copa de Europa) para saturarme, y creo reflejar el sentimiento de muchísimos merengues. Salvo contra el depauperado Dépor, el juego ha sido espantoso. Insustancial, vulgar, torpón, aburrido, sin apenas marcarse goles y con el único mérito (propio de las escuadras medrosas y conservadoras) de no recibirlos. El defensa Carvalho, mano derecha de Mourinho, ha dicho bien clara la tontería: “Es más importante no sufrir ningún gol que meter cuatro”. Ni siquiera saben de números: un equipo que empatara a cero sus treinta y ocho partidos de Liga quedaría imbatido, sí, pero descendería a Segunda, con tan sólo treinta y ocho puntos. Mourinho vino con la fama de que motivaba mucho a los jugadores, los liberaba de presión y daba la cara por ellos. De que les era enormemente leal, cargaba con las responsabilidades y jamás los culpaba. Hasta la fecha ha sido todo lo contrario: tras varios encuentros, manifestó que a Xabi Alonso “no lo he visto jugar todavía”; criticó por omisión a Ramos; confió en la “inteligencia” de Benzema, una manera de insinuar que aún no se la había notado; menospreció a Pedro León y de paso al Getafe. Dudó de la honradez del Sporting de Gijón y rebajó los merecimientos del Barça. Cuando las cosas van mal, se comporta como si no fueran con él. Su actitud es de permanente desprecio hacia cuanto ve u oye. Como se sabe espiado por las cámaras, actúa como un mal actor incesantemente: cuando estampa una botella contra el banquillo, se ve que el gesto no le ha salido de dentro, sino que es una pantomima estudiada, quién sabe si ensayada en casa ante el espejo.
Pero, sobre todo, es triste, casi cenizo. Estamos acostumbrados a que los tremendos horteras de nuestras televisiones califiquen de “glamuroso” a cualquier individuo o individua pedestres y más bien dignos de lástima. Aparte de espúreo y erróneo, es un adjetivo devaluado. Que se pueda considerar “glamuroso” a Mourinho rebasa los límites de mi comprensión. Un hombre con un sempiterno gesto agrio y un injustificado desdén en la mirada; de una personalidad tan gris como sus feos trajes (en España se cree, extrañamente, que mostrarse avinagrado equivale a poseer una “personalidad fuerte”); que ansía la notoriedad y se complace en ella como si fuera un acomplejado o el jurado malasombra de todo concurso televisivo. Todo eso hace de él una figura deprimente y triste y poco inteligente, y lo peor es que esos atributos se los contagia a los jugadores. El Madrid ha sido siempre un equipo alegre: atacante, generoso y al que nunca le ha bastado ganar (a Beenhakker, Capello y Schuster no les bastó para conservar el puesto), sino que ha procurado brindar un fútbol deslumbrante y divertido. Sus representantes han solido ser personas más bien afables y educadas (Molowny, Valdano, Del Bosque), y los patanes nunca fueron en él bien recibidos. Es inexplicable que Florentino Pérez haya creído que un engreído sombrío como Mourinho, ninguno de cuyos equipos ha causado admiración, podía ser el rostro de su club, que es el mío. Da pena ver a Valdano hablar tras cada tedioso partido, con cara de circunstancias y verbo dubitativo, como si tuviera plena conciencia del gravísimo error cometido. Antes de su contratación, un 80% de madridistas expresaron su oposición a Mourinho. De seis partidos, el equipo lleva ya dos sin marcar, y ante rivales muy menores. Y en Chamartín casi no ha habido tarde en la que no se oyeran abucheos. La tristeza de Mourinho lo contamina todo, hasta las gradas.
Javier Marías
Alguien muy lúcido estaba convencido de que Billy Wilder tenía cuchillas de afeitar en el cerebro y que la transmisora de esa cualidad o defecto era su lengua. Afirmaba que eso lo definía. No hablaba de su piedad, de su subterráneo lirismo, de su sabio conocimiento del anverso y el reverso de los seres humanos, de su certidumbre de que el amor puede lograr que las ratas actúen como héroes. A ese ser tan venenoso le fue muy bien en su arte y en su vida (entre comillas, ya que gasearon a su madre en un campo de concentración), el injustamente descrito como un cínico y creador de tantos perdedores fue un triunfador absoluto.
Nada de lo que ha conseguido Mourinho merecerá el amor de alguien que conciba el fútbol como un arte, o como uno de los más incuestionables espectáculos del mundo. El enorme mérito de que un juego rocoso y tan vulgar como el del Oporto, el poderío físico y mental de ese Chelsea hecho a la medida del todopoderoso gánster ruso, o ese Inter mezquino y pragmático que logra vencer a los buenos sin tirar una sola vez a puerta durante el definitivo combate, hayan logrado el poder, no significa que se hayan acercado a la gloria.
Tiene un reto muy jodido el guaperas desdeñoso en el Bernabéu. Existe no solo hambre de títulos, sino de que estén acompañados de belleza y de orgullo. Y puedes reconocer a un villano de primera fila, a un esgrimista mental, a alguien tan afilado y tan perverso, cuando responde a la agresiva pregunta de un periodista cuando visita en plan imperial el feudo en el que su camino iniciático se reducía al papel de traductor del entrenador, de chico avispado para funciones mínimas con un demoledor (la cita no es exacta): "Yo era traductor en este equipo, pero resulta que vuelvo después de muchos años habiéndolo ganado todo y me encuentro con que usted sigue preguntándome lo mismo sin que se haya alterado su puesto de trabajo". Qué mal enemigo el portugués errante, cuánta capacidad para humillar al bocazas débil.
El arrogante mercenario y muy profesional Mourinho ha negado tres despreciativas veces que sus gladiadores pierdan el tiempo recibiendo honores principescos. ¿Sabe lo que significa el palco del Bernabéu, la cantidad de negocios que puede legitimar la sagrada presencia de los Reyes? Se lo traducirá un ser superior, el constructor Florentino.
Carlos Boyero
Desde el lupanar de rica miel.
Supose que tots tenim alguna tàctica quan de comprar un llibre es tracta. Seguim la recomanació d'algú en qui confiem, comprem en funció de l'autor, del títol del llibre, de la temàtica, etc. Jo personalment compre principalment en funció de l'autor. De vegades ho faig en funció del tema sobre el que tracta el llibre en qüestió, però informant-me abans sobre l'autor i la qualitat de l'obra.
A mi m'agrada anar a les llibreries i fullejar els llibres, llegir la contraportada, la informació sobre l'autor, investigar a internet. Doncs be, és en aquestos casos on pot tenir sentit una proposta que he trobat a la xarxa per a esbrinar si un llibre ens agradarà abans de cmprar-lo. S'anomena el "Test de la pàgina 99" i fou propasada per l'escriptor i editor anglés Ford Madox Ford. La cosa consisteix, com el seu nom indica, en llegir la pàgina 99 del llibre i d'aquesta manera sabrem si el llibre ens agradarà o si per contra farem be no comprant-lo.
Açò ve argumentat pel fet de que a la majoria dels casos és un terç del llibre més o menys i la trama ja estarà construida, els personatges ja tindran la suficient força i la novel.la ja tindrà el seu ritme.
De fet, ja hi ha un web on es vol que els escriptors publiquen la pàgina 99 dels seus llibres (http://page99test.com/)
Vos deixe l'enllaç de la notícia per si voleu aprofundir en el tema: http://www.papelenblanco.com/animacion-a-la-lectura/para-saber-si-te-gusta-un-libro-lee-la-pagina-99
Personalment, ho veig una "tontà", per moltíssimes raons, així que per a desmuntar la teoria provaré a fer-ho i ja vos contaré.
Desde el lupanar de rica miel.