miércoles, 4 de noviembre de 2009

André Agassi

Ací vos deixe un article de Juanma López Iturriaga del seu blog al diari El País.


¡Qué huevos tienes, Agassi!

André Agassi me ha convencido. No se pueden guardar para siempre secretos que te atormentan. Me lo imagino al pobre sufriendo en silencio desde 1997, año en el que según cuenta él mismo consumió metanfetamina. “Slim (clásico nombre de camello) puso un pequeño montón de polvo sobre la mesa. Lo cortó e inhaló, lo volvió a cortar y yo inhalé”, narra Agassi en sus memorias. Como tío listo que era ya entonces, se dio cuenta rápidamente de que aquello no era bueno. "Hubo un momento de arrepentimiento, seguido de una profunda tristeza", recuerda de aquella, su primera vez, consumiendo estupefacientes. Y en esas estaba, arrepintiéndose, pero ya se sabe, las drogas son muy traicioneras, y si no que se lo pregunten a Maradona. “Pero después vino una marea de euforia que borró cualquier pensamiento negativo de mi cabeza. Nunca me sentí tan vivo, tan lleno de esperanza, y nunca he sentido tanta energía”.

Después de pasar tan mal trago y sentirse tan horrible como cuenta, no es extraño que estuviese pensando en confesarlo todo. Pero no encontraba las palabras adecuadas. Ahí estaba, buscándolas, cuando le llegó una llamada de un médico de la ATP diciéndole que había dado positivo en un control. Se me encoge el corazón sólo de imaginar su dolor. "Mi nombre, mi carrera, todo estaba en juego. Todo lo que había logrado, por lo que había trabajado, pronto podía quedar en la nada". Pero si algo tenía el tenista estadounidense era que sabía reconocer cuándo se había equivocado y estaba dispuesto a pagar por ello. "Después de unos días me senté en una silla, con una libreta de notas en mi regazo, y escribí una carta a la ATP. Estaba llena de mentiras mezcladas con medias verdades" (pregunta que surge inmediatamente: si algo está lleno de mentiras, ¿cómo queda sitio para mezclarlo con medias verdades?). El caso es que en un alarde de honestidad y autorresponsabilidad, le cargó todo el marrón a Slim, (sabiendo que ningún jurado creería a alguien con ese nombre) aseguró que tomó la sustancia por beber un refresco de su asistente y pidió comprensión e indulgencia (si alguien no está ahora mismo pensando en hacerse miembro del club de fans de Agassi que levante la mano).

Pero la valentía de Agassi no tuvo recompensa. Parece ser que por problemas de correo postal, la carta nunca llegó a la ATP. O sí llegó pero no la abrieron. O sí la abrieron, pero pensaron que tampoco era para tanto. Total, que el bueno de André siguió jugando. Pero su tormento parecía no tener fin. Fue número uno, ganó varios Grand Slam, le salía el dinero por las orejas y terminó casándose con Steffi Graf. Suena bien pero no hay que engañarse. Éxito, dinero, fama, mujeres, ¿qué es eso comparado con el malestar del recuerdo de una mentira de la que había salido de rositas?.

Por eso, ahora ha decidido contarlo todo. Que no le puedan hacer nada no tiene por qué ser motivo de duda. Que parezca que con esto mejorarán las ventas de su libro Open (sorprendente y superoriginal nombre) tampoco nos debe hacer sospechar. ¡Fuera malos pensamientos!. Nos encontramos ante un caso claro de sincera confesión de pecado y búsqueda de arrepentimiento. ¿Quiénes somos nosotros para negárselo?

Su ejemplo no puede quedar en saco roto. Todos tenemos algún esqueleto en el armario, algo que nos gustaría que se nos hubiese borrado de la memoria, pero que ahí sigue, esperando su expiación a través de la confesión. Agassi nos ha dado un lección que tenemos que aprovechar. Yo al menos, lo voy a hacer.

Por eso, hoy, domingo 1 de noviembre de 2009 y en presencia de todos vosotros, juro solemnemente que cuando encuentre un editor que me adelante un millón de euros y mi abogado me asegure que no puedo ir a la cárcel, contaré un montón de historias que no me dejan dormir más de ocho horas al día.

Como diría Montes, ¡Agassi, qué huevos tienes!. (más que huevos, huevones).


Desde el lupanar de rica miel.

1 comentario:

Sulo Resmes dijo...

Que se puede esperar de un pijo de las Vegas, el hijo de un trepa que se tragó lo del sueño americano y se lo inculcó al hijo a base de raquetazos. Llegó incluso a cambiar su apellido: Agassi por el original armenio Agassian. Debió pensar que Agassian sonaba demasiado a inmigrante.